El boliche es juego con características tan peculiares, que no se parece a ningún otro. Además, es actualmente actividad al alcance de todos, lo cual ha contribuido a que haya ganado adeptos, quienes le han otorgado tal popularidad que en las principales ciudades abundan lugares para practicarlo e, incluso, hay personas que han colocado mesas en su propia casa, mientras que en residencias de jefes de estado existen instalaciones para su desarrollo, como sucede en el sótano de la Casa Blanca, sede de la presidencia estadounidense, en Washington, D.C.
En el plano histórico, algunos expertos han descrito juegos consistentes en derribar objetos colocados en el suelo con ayuda de piedras en Egipto (5,200 años antes de Cristo). Asimismo, en la Roma de los Césares apareció la actividad llamada boccie (“bochas”, en español), que aún hoy sigue practicándose en Italia, Argentina y España. En ella se arrojan esferas medianas de madera con la finalidad de aproximarlas hacia una bola más pequeña, de manera que gana quien logra colocar su tiro más cerca del objetivo.
En la Edad Media (siglos V al XV) aparecieron en claustros de iglesias alemanas los kegels, clubes donde se jugaba a derribar con piedras redondas palos clavados en superficie arenosa. Por cierto, este pasatiempo tenía significado religioso, pues los objetos a tirar representaban las “fuerzas del mal”.
Al inicio del siglo XVII surgió en Londres, Inglaterra, el skittles, entretenimiento también asociado al moderno boliche, en el que se lanzaba una bola de madera contra nueve piezas que se colocaban paradas en el extremo de un corredor de tierra endurecida. Quizá, gracias a ello, en opinión de los historiadores, fueron los británicos quienes más aportaron para que el boliche adquiriera su actual identidad.
América lo adopta
En 1623 colonos holandeses radicados en la actual Nueva York introdujeron a Estados Unidos el juego de bolos procedente de Europa. El entretenimiento alcanzó tal popularidad que, por desgracia, distrajo a muchos neoyorquinos de su trabajo, provocando que las autoridades de la “gran manzana” lo prohibieran, aunque esto no impidió que los adeptos al entonces llamado “juego de los nueve bolos” aumentaran en uno el número de pinos a derribar y evadieran con ello la prohibición. Por ello, hasta la fecha son 10 las piezas empleadas en este deporte.
Hacia 1840 se efectuó en la “urbe de hierro” el primer torneo oficial de boliche. Para 1895 nació el Congreso Americano de Bolos, y un año después este organismo publicó las primeras reglas que normaron este deporte. En el resto de América, incluido México, despertaría interés hasta el siglo XX.
En 1951 se fundó la Federación Internacional de Boliche y por esa época la aparición de las primeras máquinas para barrido y levantamiento de pinos contribuyó a popularizar el juego, mientras otro importante suceso vinculado a éste (producido también en la década de 1950) fue el primer Campeonato Mundial de la especialidad, disputado en 1954 en Helsinki, Finlandia. Cabe destacar que en este evento sólo tomaron parte hombres; las damas comenzaron a competir en 1963 en México, tres años después de que en Hamburgo, Alemania Federal, Tito Reynolds se convirtiera en el primer representante azteca en proclamarse monarca del mundo en esta disciplina.
Es pertinente señalar que en nuestro continente la justa internacional de boliche más representativa es aquella que forma parte del programa de los Juegos Panamericanos, habiéndose agendado por primera vez en la edición de 1991, celebrada en La Habana, Cuba. A propósito, durante la versión panamericana efectuada en 2003 en Santo Domingo, República Dominicana, fue en este deporte donde México conquistó las dos primeras de las 20 medallas de oro que cosechó a lo largo del evento.
Para jugarlo
El escenario (mesa) para practicar este pasatiempo es de madera dura (duela), cuyas piezas están ensambladas de tal manera que forman superficie lisa, uniforme y ligeramente convexa, pues cuenta con leves caídas hacia sus costados que elevan la dificultad técnica, ya que las pendientes tienden a provocar que la bola se vaya hacia los canales laterales.
La pista mide 18.3 m de largo por 1.1 m de ancho; al inicio existe una zona de lanzamiento de 4.58 m de longitud, a cuyo término se coloca la raya de faul que marca el límite para que el jugador tire la esfera, la cual se fabrica en goma sintética muy dura, cuyo peso no debe ser menor a 5.372 ni mayor a 7.258 kg, en tanto su circunferencia no debe rebasar 67 cm. Además, debe poseer 2 ó 3 agujeros, en cada uno de los cuales el jugador puede colocar sendos dedos de su mano para sujetar la esférica antes de hacerla rodar sobre la mesa.
Los bolos o pinos tienen forma de botella y se elaboran en madera liviana. Deben pesar entre 1.530 y 1.650 kg, así como tener 38 cm de alto y, en su parte más ancha, el diámetro debe ser de 12 cm. Estos objetos se colocan simulando forma de triángulo, con un vértice apuntando hacia el jugador, en tanto que la separación entre cada uno de ellos es de 30 cm. Se forman en cuatro filas, ubicando cuatro en la hilera más alejada del lugar donde está el tirador, tres en la anterior, luego dos, y uno en el vértice delantero.
Para practicar boliche se requieren, además, zapatos especiales cuya suela debe poseer gran capacidad de adherencia o “agarre” a la superficie de juego.
En 10 entradas
Cada partido puede jugarse en forma individual, por parejas o equipos conformados por 4 ó 5 personas. El encuentro se divide en 10 entradas o turnos de disparo por participante, teniendo en cada una de ellas dos tiros. Si el jugador consigue derribar todos los pinos en un solo lance se le anota una chuza o strike, y si requiere ejecutar dos disparos para hacer caer los 10 bolos, se le apunta spare o semichuza.
Cuando en el primer tiro de una entrada el jugador obtiene chuza y en el segundo sólo derriba algunos pinos, se le da oportunidad de efectuar un tercer tiro para que intente concretar el spare. Regularmente, cada pino derribado tiene valor de un punto; pero si se consigue chuza, además de los 10 tantos que se conceden por ello se otorgan otros 10 como premio adicional, en tanto que cuando se logra spare, se suman 10 unidades por los pinos derribados más cinco más de bonificación. Como es obvio, gana el competidor o equipo que acumula más puntos.
Chuza a la tensión
Múltiples son los beneficios que trae consigo la práctica de este deporte, quizá el mejor radica en la oportunidad que otorga a quien lo practica 1 ó 2 veces por semana de liberar la tensión generada por el desgaste tanto físico como intelectual de la escuela, trabajo, actividades del hogar u otras tareas de carácter rutinario. Asimismo, si a lo anterior se agrega constancia y disciplina para dedicarse a esta actividad, así como preocupación por mejorar la técnica de juego, la recompensa será todavía mayor.
Por el tipo de movimientos que se deben realizar, este deporte estimula tanto la sincronización psicomotriz gruesa como la fina, lo cual significa que no sólo se requiere perfecta armonía de movimientos de piernas y brazos al ejecutar el tiro, sino del mayor control posible sobre los dedos y palmas de las manos, así como de muñecas y el resto del brazo para conseguir un disparo con la máxima precisión posible.
De igual forma trabajan todos los músculos, dado que la exigencia de soportar lo más hábilmente posible el considerable peso de la bola va propiciando el fortalecimiento constante de brazo y antebrazo. Pero el juego contribuye también a endurecer las piernas, extremidades que deben actuar por un lado como firmes columnas para permitir al jugador sostenerse aun con el peso adicional que representa la bola —que puede equivaler a 10% de la masa corporal de quien practica esta disciplina— y, por otro, desplazarse con velocidad en la carrera previa al lanzamiento.
Flexibilidad es otra de las virtudes corporales que promueve el boliche, considerando que de la manera como se flexionan las extremidades inferiores depende en buena medida la capacidad para frenar el cuerpo antes de rebasar la línea de faul. También se necesita cierta velocidad de reflejos parea modificar en fracciones de segundo el desplazamiento corporal con intención de cambiar repentinamente el efecto u orientación que se desea dar a la bola.
Además, como en cualquier disciplina física, es conveniente que el jugador haga calentamiento previo al partido, con el fin de evitar lesiones. Para ello, debe realizar movimientos de flexión y estiramiento tanto de piernas como de brazos, ejercicios de cintura y, desde luego, algunos tiros hacia los bolos.
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SyM – Humberto Fernández de Lara Quesada